lunes, 16 de diciembre de 2013

No si hay algún libro con un título parecido o no, pero así nació éste y así se quedará. Disculpa si se parece a algo ya conocido. No es plagio.

Estaba viendo un video del señor Eckhart Tolle, un iluminado de esta época, conocido entre otros por sus libros El Poder del Ahora y Practicando el Poder del Ahora, cuando me llego la idea de escribir sobre este tema.
Mucho se nos ha dicho desde la psicología y especialmente desde la teoría de las necesidades básicas de Maslow, sobre la importancia de la autoestima en el proceso de la realización humana. Yo ahora me la cuestiono y les contaré porque.
Nuestra querida Wikipedia dice: “La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos”. Si aceptamos ello, quiere decir ni más ni menos que hay que construir en el interior de nosotros un concepto sobre quiénes somos y lo valioso que somos para que dichas percepciones, si son positivas y alentadoras,  nos permitan avanzar en la escala de necesidades humanas como un asunto resuelto. Y que si no, debemos fortalecer nuestra autoestima, cultivarla como dicen algunos, nutrirla, dicen otros y enriquecerla (esta es de economistas) para así evitar el sentido de frustración que puede recaer sobre nosotros mismos, al no considerarnos seres valiosos, dignos, merecedores de bienestar, prosperidad, etc, etc, etc…  Aquí empieza mi conflicto con el tema.
¿Porque tenemos que construir una percepción de lo que ya, por el solo hecho de nacer y  existir, somos?, ¿Por qué hay que darle a la mente el poder de crear pensamientos sobre nosotros mismos que además corren el riesgo de terminar siendo alimento del ego?
Si reconocemos (primer paso de la superación de este dilema) que somos seres hijos del más grande amor; si, como decía Facundo Cabral (te amo Facundo) somos Príncipes por ser hijos del Rey del Universo;  si nuestra esencia es la misma de todo cuanto ha sido creado;  si somos una única energía manifestada de formas diferentes, entonces ¿necesitaremos una autoestima para cada ser humano que habite el planeta?
¿No será más bien que lo que necesitamos es volver nuestra mirada hacia el interior para reconocer la esencia de nuestra condición humana y aceptar la naturaleza de dicha esencia? 
Podríamos evolucionar  entonces hacia un único concepto universal en donde lo que importe sea el reconocimiento y la aceptación del mismo, per se. Somos Luz, Somos Amor. Reconocer por ejemplo que no tenemos que hacer nada para lograr aceptación de nadie. Somos valiosos como somos. Cumplimos una tarea única y personal que en sí misma hace grande la existencia. Y además todos estamos conectados por hilos invisibles donde nos afectamos queramos o cono con lo que pensamos, decimos, hacemos, sentimos…
Entonces hablaríamos de una única autoestima pero ya colectiva, donde al reconocer mi esencia, reconozco naturalmente la del otro porque somos lo mismo. Entonces lo amo incondicionalmente porque no necesita hacer nada para agradarme o no, porque ese agrado proviene de la mente, del ego y no del alma, nuestra esencia. Así, ayudaríamos a combatir el otro demonio que nos azota, el ego.
Esa porción de mente que nos hace creer que somos lo que no somos, que se siente atacado por cualquier cosa que no coincida con las percepciones interiores, con el sentido de valor que le hemos atribuido a lo que somos, a lo que hacemos, a lo que vivimos.
Ese Tal-Ego, como me gusta llamarlo podría ser más bien esa gran bolsa de desperdicios (en esta región los abuelos llamaban talego o chuspa a las bolsas o costales y no siempre eran plásticas), repito, esa gran bolsa de desperdicios en la cual depositemos todas las creencias anti-autoestima: no soy bueno para… no le agrado a… no me veo bien con… no sirvo para… nadie me valora, etc, etc, etc.  Y si además le agregamos a esa bolsa todos los prejuicios que la mente ha construido sobre razas, nacionalidades, religiones, costumbres, etc., etc., etc., lograríamos limpiar la pobre autoestima colectiva para que surja lo que verdaderamente somos y seremos y que no necesita validación de nada ni de nadir para ser lo mejor que podemos pensar de nosotros mismos: Amor puro.

Rafael G. Hernández M.

0 comentarios:

Publicar un comentario