Mucho hemos oído decir sobe el “vaciar la mente”, haciendo
referencia en algunos casos a parar ese loco diálogo interno, donde el ego
quiere tomar el control de nuestras vidas, llenando la cabeza de mil conjeturas
y supuestos sobre el futuro. EN otros casos la expresión también ha sido usada
para significar ese “borrar el pasado” dejando atrás todo el recuerdo de
experiencias generalmente no gratas y evitando así que el miedo quiera
apoderarse del pronóstico por su repetición.
La más escuchada sin lugar a dudas hace referencia a ese
vaciar de la mente y estar en el aquí y el ahora, en el momento presente,
viviendo, sintiendo, disfrutando de lo que ocurre y alejando así todo
sufrimiento creado por la mente.
Sin embargo, entrar en vacío puede tener una connotación que
va más allá del silencio interior, del parar el discurso mental. Entrar en
vacío es una experiencia que nos lleva a soltar ese permanente hacer planes
para más adelante o ese estar ocupado haciendo cosas liberando así al ser de
todos los “deberías” que hemos aprendido a lo largo de la vida.
Entrar en vacío, puede ser una etapa altamente interesante y
hasta productiva si nos damos el permiso de no tener que hacer por hacer. Si
nos regalamos la escucha silenciosa del alma para decantar lo que realmente es
importante y aportante a nuestras vidas, para redescubrir los sentidos y los
significados profundos que le dan sentido a la existencia.
Algunos piensan que entrar en el vacío es una crisis
depresiva caracterizada por la ausencia de motivación cotidiana. Pero no hay
tal. Se puede entrar en el vacío lleno de ganas de vivir y con mucho amor por
la vida. Nada de crisis. Más bien podría ser como una especie de retiro
consciente para bucear en las profundidades del alma y resignificar aspectos
esenciales de la vida.
Entrar en vacío puede ser una experiencia no elegida mas no
por ello totalmente necesaria para la evolución del ser. Algunos hablan de la
noche oscura del alama, refiriéndose a un período donde lo que ha venido siendo
deja de ser para dar paso a nuevas realidades y propósitos.
Sea cual fuere la manera como llegue, es importante acoger
esa entrada en vacío de una manera tranquila y amorosa. Cruzar su umbral puede
llevarnos a despertares insospechados que traerán profundidad a la existencia y
mucha luz para el resto del camino.
Si te llega ese tiempo, no pelees con él. Acógelo. Aprovecha
ese inmenso regalo que será el ver de otra manera y libérate de todo aquello
que pueda tenerte atrapado. Es un tiempo para vivirlo en calma, aunque las
circunstancias parezcan difíciles. Confía que en ese tiempo te asiste la
sabiduría y te protegen fuerzas maravillosas que harán que el viaje sea una
genial odisea. Elimina toda resistencia. Escúchate, escribe, pinta, baila,
disfruta la soledad y acompáñate del poder de lo simple. Así permitirás que lo
que tenga que ser, sea y como sea.
Tienes razón, la primera vez que logré entrar en el vacio fue algo completamente involuntario, estaba en el peor momento de mi vida. No fue una experiencia agradable, no lo lograba comprender aquella magnitud. Pero ahora que todo ha mejorado logro comprender que el vacio no es la individualidad que sentía, sino todo, conectarse con la fuerza infinita de todo y dejarse llenar por el amor y la paz que da la energía pura de Dios. Pero sonará raro pero siempre noté que hay una presencia ahi, una gigantesca presencia que quiere decir algo, aunque me suene algo sombría.
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