lunes, 9 de diciembre de 2013



RESUMEN:

El hombre que ha tomado consciencia de su naturaleza, de su esencia y de su propósito en este mundo, es un ser que ha recuperado el cuidado de su alma.

Ese hombre, sabe y entiende que en todo lo que hacemos esta presente una dimensión nuestra, invisible a los ojos pero sensible a los sentidos más profundos, que participa activamente en las acciones y deja su huella de una u otra manera.

Sabe igualmente que las relaciones, todos los roles que asumimos y todos los ámbitos en los cuales nos desenvolvemos, especialmente el trabajo, son en esencia escenarios para la expresión del alma.

El alma necesita entonces de cuidados, de tiempos, de lugares y de prácticas para su alimento, que garanticen no sólo que ésta se nutre, se expresa y se desarrolla sino también que cumple su propósito de vida y obra.


“El hombre se está perdiendo en el trabajo al anteponer
las necesidades básicas de supervivencia
a los principios básicos  y elementales de la existencia”

Rafael G. Hernández M


INTRODUCCION

Al parecer el hombre hoy se enfrenta, como en muchas otras ocasiones y situaciones,  a una dualidad: la supervivencia o la existencia.

En el mundo del trabajo, muchas personas o bien están sacrificando sus más profundas creencias y principios o simplemente están renunciando a ellos para mantenerse con vida en este mundo competitivo que se devora al hombre y su esencia.
En esta época que vivimos y más recientemente en los últimos 10 años, quizás producto de la acelerada globalización de los mercados, las organizaciones se han enfrentado a muchos cambios para sobrevivir. En los países en vía de desarrollo, muchas empresas han sucumbido a los grandes consorcios y empresas multinacionales, cediendo gran parte de sus acciones como una vía para su subsistencia.

Así, este llamado “crecimiento expansivo”, de los grandes grupos económicos transnacionales parece estar siendo, más bien, un regreso del capitalismo salvaje y voraz dispuesto a hacer lo que sea para satisfacer su insaciable apetito.

Estos movimientos están impactando fuertemente las culturas de las organizaciones y por supuesto la calidad de vida de la gente en el trabajo.

En Colombia, por ejemplo, empresas que antes eran nuestro orgullo por su crecimiento y desarrollo a través de la gente (y no a pesar de ella) han cedido sus principales prácticas en materia de gestión humana, a las nuevas políticas de sus nuevos accionistas, que sólo buscan los resultados, en la mayoría de los casos, a cualquier precio.

De otro lado, muchos directivos jóvenes, algunos producto de la cultura “Light” consideran los asuntos humanos del trabajo como temas meramente existenciales que no competen para nada a la organización pues su enfoque de la empresas se orienta más bien a lugares de trabajo, de producción, que a comunidades de aprendizaje que buscan su crecimiento y realización.

Todas esta situaciones encierran un concepto diferente de “desarrollo”, tanto organizacional como humano, que a su vez implica una serie de prácticas en la forma de hacer las cosas en el trabajo algunas de ellas que traen mayores conocimientos y tecnologías, pero muchas otras van en detrimento del hombre como centro de las empresas.

¿Pero, qué implicaciones tiene ello para el cuidado del alma?

Pues bien, como consecuencia de esa idea de desarrollo, se está dando un énfasis excesivo en la orientación del trabajo de las personas hacia lo meramente productivo, al elemento puramente técnico, al resultado en muchos casos a cualquier precio, afectando inclusive empleados, proveedores y hasta el mismo cliente.

La obsesión de muchos grupos empresariales por ser “gigantes” en el mercado global, los ha llevado a ver más las empresas como negocios generadores de riqueza para algunos que como verdaderos centros de desarrollo con beneficio para toda una comunidad, un país, el mundo.

Muchos, dejan su vocación, aquello en lo que han sido buenos, pioneros y reconocidos para incursionar en cualquier sector que sea atractivo desde la mera rentabilidad. ¿Sera que el miedo a ser “pequeños” se apodero de su ego?

1. EL LADO EXISTENCIAL DEL TRABAJO

“El hombre no existe para el trabajo, el trabajo existe para que
el hombre sea a través de él.”
Rafael G. Hernández M.

Si nos remontamos un poco en la historia, recordamos que Maslow hizo un gran aporte  a la comprensión del hombre con su modelo del funcionamiento jerárquico de las necesidades humanas. La pirámide de las necesidades de Maslow ampliamente divulgada por la psicología humanista y transferida al entorno de las organizaciones, generó una nueva visión de las acciones prácticas para adaptarse al medio.
El aporte esencial de Maslow  consistió en precisar que las necesidades humanas funcionan en forma jerárquica. Es decir que cuando una necesidad queda satisfecha aparece otra nueva necesidad. Ello hace que pueda decirse que si se satisface una necesidad que no está siendo percibida en ese momento, ésta no sólo no queda satisfecha, ya que el estímulo no es recibido, sino que permanece el estado de insatisfacción.
Sin embargo y aunque Maslow estructuró las necesidades del hombre en relación al trabajo, la mayor parte de las interpretaciones y aplicaciones en el mundo laboral se centran en la satisfacción de las necesidades “básicas” o de “supervivencia”, con el olvido o descuido de las trascendentes o existenciales que, finalmente son las que apuntan a la verdadera autorrealización, entre otras razones por que el trabajo no deja de ser sino uno de los elementos proveen la satisfacción del hombre y no el único como desafortunadamente lo es para muchos.
Así, y aunque hemos reconocido que somos seres definitivamente afectivos y espirituales, los modelos de desarrollo actual parecen desconocer este plano. Las organizaciones en sus “sistemas de trabajo” otorgan poco tiempo, espacio y recursos para el fortalecimiento de esta dimensión. Basta simplemente, a manera de ejemplo, observar como se pretende reemplazar un espacio de “cara a cara” como los son las sesiones presenciales de un equipo o de un jefe y sus colaboradores, por espacios y medios exclusivamente virtuales, donde la tecnología está volviendo al hombre un objeto y se está perdiendo como sujeto. En días recientes me decía un participante a un taller que llevaba casi tres meses sin “ver” (también dijo que sin sentir) a su jefe y no porque estuviera en vacaciones o incapacitado sino porque su comunicación se esta reduciendo al correo electrónico y a las tele conferencias.
Si no queremos convertirnos en víctimas de la tecnología, del desequilibrio, debemos entender que la concepción fría del desarrollo hace fácil  que ocurran más víctimas de tantos males que fácilmente hacen presa de las personas cuando la depravación socio-afectiva se vuelve costumbre.
Pero como siempre existen salidas, una de ellas le compete a cada individuo, así su empresa vaya en otra dirección. Cada uno debe recuperar el sentido del trabajo en su vida y entender cuál es la misión que está cumpliendo en esta tierra desde esa función, ese rol o esa tarea. Cuando alcancemos la respuesta al ¿PARA QUE ESTOY AQUÍ?, aplicada al equipo o la empresa, comenzaremos a descubrir que en definitiva, lo que considerábamos como esencial (funciones, procedimientos, tareas, etc.) no es más que un “pretexto” para el cumplimiento de una tarea mayor, la del Alma.

Pero, ¿Qué es el alma?

Si bien el concepto del alma es un tema que ha ocupado a cientos de filósofos, teólogos, antropólogos y psicólogos, entre otros, y sobre ella se han escrito cientos de hipótesis dependiendo de la perspectiva de su autor, también es cierto, como en muchos otros temas de esta misma naturaleza, que las respuestas dadas no se pueden dar por agotadas pues compete al cada persona, según su sistema de creencias el adoptar una determinada postura frente al tema.
De otro lado, algunos relacionan a noción de «alma» a los conceptos del yo, del pensamiento, de la conciencia, etc.,

Para efectos este escrito daremos un concepto de alma que, en nuestro sentir no riñe con otras ideas al respecto y tiene los fines ilustrativos requeridos para entender la afirmación que da origen al nombre de este documento.


El alma, es metafóricamente hablando es, “el aire que circunda al equipo, lo alimenta y lo hace crecer”:


  • El Alma es como el DNA del equipo: Aunque pareciera que en este caso ese DNA es invisible, según la física cuántica y los modelos holistas, existe un "Quantum" de energía, que contiene la proporción de ánima y animus que el equipo ha ido desarrollando. Así, éste contiene  la esencia de la personalidad del equipo que lo hace diferente de otros equipos y lo dota de unas características propias que impactan su desempeño y su productividad.
  • El alma del equipo comienza a gestarse desde su creación y se consolida en la madurez del equipo: Un equipo no nace con un alma plenamente conformada sino más bien con un espíritu incipiente que se va desarrollando conforme al proceso del equipo y se alimenta de las relaciones y los vínculos que se crean al interior del mismo.
  • El alma del equipo tiene características de quienes lo crean y de quienes lo conforman: No solo las razones y propósitos que dan origen a un equipo, determinan su naturaleza. Tanto quien o quienes lo crean como quines lo conforman, aportan un porcentaje a la conformación del alma del equipo. Si la proporción o porcentaje es equitativa a sus miembros, el equipo tiene entonces un alma representativa de sus partes.
  • El Alma del equipo tiene dos grandes componentes: El  Animus, que es el principio paterno y proporciona autoridad y dirección.  El  espíritu del padre esta presente en hombres, mujeres, familias,  organizaciones, lugares o naciones y por supuesto, en los equipos de trabajo.  Algunos podrían pensar que este componente corresponde a quien ejerce la Jefatura formal del equipo, mientras otros podrían pensar que este componente lo encarna el líder. Ello podría ser cierto para un equipo recién conformado y en proceso de estructuración. Sin embargo en un equipo maduro y desarrollado el Animus pertenece al equipo como un todo y no a las partes que lo conforman.
 
El segundo componente del alma, es el Ánima que representa el principio materno y femenino de la existencia y provee el cuidado, la atención, el afecto y la intuición, entre otros. Al igual que el animus, el anima esta presente en hombres, mujeres, familias,  organizaciones, lugares o naciones y por supuesto, en los equipos de trabajo. Así, en un equipo maduro y desarrollado, el cuidado del equipo, en todas sus dimensiones, es un atributo que no puede estar en cabeza de una sola persona.  En las etapas de conformación de un equipo de trabajo, este aspecto suele ser clave para toda la vida del equipo y por tanto requiere de especial atención.


Pero, ¿cómo se conforma y desarrolla el alma de un equipo?


3. El ALMA DE LOS EQUIPOS: SUS RELACIONES

"En el trabajo, los signos sutiles de una posible amistad
suelen aparecer rápidamente, y la gente descubre
amigos en potencia entre sus compañeros de trabajo.
Creo que las empresas harían bien en tener en cuenta la importancia de estas amistades para alimentar y sostener el alma del negocio"

(Thomas Moore. Las Relaciones del Alma)

Hablar de “relaciones” en el mundo organizacional puede sonar en principio algo extraño por las connotaciones que normalmente se le dan a esta palabra y mucho más cuanto éstas se mencionan en el contexto del desarrollo del alma de un equipo de trabajo.

Términos como compañeros de trabajo y amigos, relaciones de trabajo y relaciones de amistad, aparecen como situaciones que no deben ir mezcladas. En muchas ocasiones se tiene la creencia que fomentar las amistades en el sitio de trabajo no es conveniente para la productividad ya que hace que el cumplimiento de normas y otros puedan ser flexibilizados o a veces pasados por alto, en gracia del vínculo y los afectos que se establecen entre las personas. Aun más, muchas organizaciones tienen dentro de sus políticas la prohibición expresa de generar vínculos que puedan poner en situación difícil la toma de decisiones por aquello de los conflictos de intereses.

Así entonces, en el mundo laboral se tiene la creencia que las relaciones de trabajo deben enmarcarse casi exclusivamente en relaciones meramente funcionales y centradas en las tareas o en los procesos, en la autoridad o poder externo que dan los cargos o en las tareas y en los resultados que deben producir los equipos de trabajo.

El resultado es fácilmente predecible. Las personas no se relacionan entonces desde y por lo que SON sino desde y por lo que HACEN, provistas además de máscaras que les impiden mostrar lo que verdaderamente son, generalmente  por temor a la opinión de otros sobre ellos, a la no-aceptación de sus ideas, o a no tener el reconocimiento externo aparentemente requerido para sobrevivir en comunidad, entre otros.

Nada más lejano a las realidades y necesidades del Ser y del alma de los equipos, que todas estas prohibiciones que alejan a quienes hacen parte de una organización de ver y entender con amplitud de consciencia, el propósito esencial que los reúne al hacer parte de una misma "familia", "comunidad" o "equipo de trabajo" lo cual, obviamente, sólo se consigue creando relaciones de confianza,  basadas en el respeto mutuo y en una adecuada comunicación que alimente el conocimiento del otro y facilite el intercambio de ideas, opiniones, y sentimientos a través de diversas actividades.

Por su misma naturaleza, quienes conforman un equipo de trabajo, requieren  una serie de elementos conectivos que les permitan sentir que, evidentemente, "hacen comunión" alrededor de tales elementos y que éstos tienen en si mismos el poder de movilizar dicha comunidad hacia el logro de objetivos centrados en el bien común.


4. El SENTIDO DE LAS RELACIONES


“Toda relación tiene un propósito mayor. Descubrirlo y hacerlo realidad
es una tarea digna y plausible”       
Rafael G. Hernández M.

Como se dijo antes, muchas personas se relacionan desde una perspectiva meramente funcional y esto suele suceder con mucha frecuencia en los equipos de trabajo. Cuando ello ocurre el verdadero propósito de la relación puede llegar a permanecer oculto y el alma del equipo puede no consolidarse.

De igual manera, todas las personas con quienes nos relacionamos cumplen un papel en nuestras vidas que va más allá del rol que representan. Así, el jefe “debe” ser más que un jefe, el padre, más que un padre, el vecino, más que un vecino. Y, ¿el compañero de nuestro equipo de trabajo, que viene siendo?

Sin embargo, al mirar las relaciones desde una perspectiva estrecha del rol, la función, la tarea, el beneficio, pasamos por alto un sentido existencial mayor que está implícito en toda relación: Un aprendizaje para la vida.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que toda persona con quien nos relacionamos trae para nosotros una lección de vida, un aprendizaje vital que sólo puede darse en esa relación y que, precisamente por ello, el sentido de la relación está allí y trasciende las razones con que comúnmente explicamos cualquier relación. El sentido o propósito entonces de cualquier encuentro, no importa su duración, va más allá de los hechos que ocurren en dicho encuentro.

Así podemos decir que las relaciones son en sí mismas una gran escuela, un laboratorio donde los hechos que ocurren son los simples medios para que tenga lugar el verdadero sentido de cualquier relación.

Para un equipo de trabajo este asunto no debe pasarse por alto. Un grupo de personas no sólo se reúne entonces para desarrollar un proyecto, mejorar un proceso, lograr unas metas. Un equipo de trabajo tiene una misión de desarrollo para y por los miembros que lo conforman. Esa es la tarea de su “alma”, ya sea del “ánima” o del “ánimus”.


5. LA ESENCIA  DE LAS RELACIONES

“Todas nuestras relaciones pueden tener Alma, no sólo aquellas
que se consideran especiales”
Thomas Moore

Cuando entramos en contacto con cualquier persona, generamos una opinión o primera impresión sobre esa persona sobre nuestra relación con ella.

Esta primera imagen, puede ir evolucionando con el tiempo y llegar a cambiar significativamente o permanecer igual, dependiendo de la profundidad que le demos y del conocimiento que se genere entre las partes.

Socialmente, clasificamos como relaciones especiales aquellas que llevan implícita una cierta carga afectiva emocional que consideramos importante y relevante para la relación misma, ya sea amistad, aprecio, amor o cualquier otro sentimiento. Si éstos afectos crecen, el vínculo que se establece es cada vez mayor y conforman para la mayoría el eje o alma de la relación.

Sin embargo, toda relación tiene un “alma” por desarrollar, no importa la impresión que nos hayamos llevado o que tengamos de la persona ni el tipo de vínculo que exista.

El “alma” de la relación podría decirse que es un hilo conector invisible que une a las personas para que, mediante ese contacto puedan desarrollar el propósito de la relación.

Entonces, si el alma de un equipo es “el aire que lo, lo alimenta y lo hace crecer”, las relaciones son el “hilo conector” que hace posible la existencia del alma del equipo.

Y, ¿cómo se crea ese hilo?

6. CONOCER AL OTRO

“Quien no conoce nada, no ama nada”  
Autor desconocido.

El conocimiento del otro es, en sí mismo, el vehículo perfecto para descubrir el “alma” de la relación y por ende el propósito que trae consigo.

Sin embargo este conocimiento no puede ser superficial y ligero fruto de las relaciones funcionales ya mencionadas. Requiere de las partes un grado de apertura y profundidad que permita ir revelando los misterios mismos de la relación y el sentido que tiene la presencia del otro en nuestras vidas.

El verdadero conocimiento del otro, trasciende las funciones, las tareas, los gustos; es decir, supera el terreno de lo obvio, de lo conocido, de lo que normalmente se expone sin restricción alguna. El verdadero conocimiento permite que cada persona exponga abiertamente su “ánima” y su “animus” para que el alma del equipo los contenga a ambos.

El auténtico conocimiento implica cierto grado de desnudez ante el otro que permita mostrarnos como somos, libres de prejuicios, temores, máscaras, etc. Para ello, es necesario superar ideas equivocadas tales como “El qué dirán”, “No me van a aceptar”, “No tenemos nada en común”, “Voy a hacer el ridículo”, “No se puede confiar en la gente”, “Me pueden volver a herir”, entre otras.

Cuando se “integra” un equipo de trabajo, poco tiempo se invierte en la verdadera “integración”. Los elegidos son convocados para “producir” y lograr resultados pero, en ese camino, los miembros suelen pasar juntos muchas horas dedicados a las tareas y ser unos perfectos desconocidos que, lo único que parecen tener en común, y eso si acaso lo comparten, es la tarea misma. Todo el tiempo que se invierta en el fortalecimiento de unas relaciones auténticas entre los miembros de un equipo, recompensarán con creces el propósito que los haya llevado a estar juntos.

Pero, ¿cómo se llega al conocimiento profundo del otro? Pues necesariamente desarrollando todas las habilidades comunicacionales posibles que permitan el acercamiento necesario para que fluya el conocimiento.

Comúnmente, centramos nuestra comunicación con el otro casi exclusivamente en la palabra hablada. Si bien está tiene un poder inmenso tanto para acercar como para alejar dado el poder que tiene por las connotaciones emocionales que es capaz de provocar, hay muchos otros canales no explotados ni aprovechados en su infinito potencial: la palabras escrita, el lenguaje de los gestos, del cuerpo, el color, el olor, el espacio físico que existe en el momento de la comunicación, aún el mismo silencio y por supuesto, la escucha.


INVITACION FINAL

Si las organizaciones quieren crear verdaderas culturas de trabajo en equipo, no deberían pasar por alto la existencia del alma en los equipos.

Aunque pueda sonar muy simple, si se quiere avanzar en el mundo de la productividad, ésta debe ser basada en relaciones y para ello, hay que promover

las relaciones desde el alma. Así mismo, si se quiere fortalecer el alma de un equipo, pues hay que trabajar por ello. La evitación del contacto con el otro, un mecanismo de defensa y de autoprotección muy usado en épocas de miedo y desconfianza, no soluciona el asunto.

El riesgo es inminente pero los beneficios para la calidad de vida son superiores. Sólo abriendo las puertas de nuestro mundo al otro, podremos crear puentes y derrumbar los muros que hemos venido construyendo queriéndonos proteger, cuando en realidad nos hemos ido quedando solos.

Atreverse al conocimiento de si mismo, a través del otro, es una forma natural de crecimiento que redundará en aprendizajes significativos para la vida. Un equipo de trabajo que se conoce y se conoce bien podrá trascender la tarea e independientemente de los resultados que obtenga, habrá alcanzado un nivel de desarrollo superior al que tenían individualmente sus miembros antes de conformarlo.

El Alma de toda relación existe aun cuando no la hayamos descubierto. El alma en un equipo de trabajo existe. El reto está en hacerla evidente para que pueda alcanzarse el propósito básico de toda relación. En ese camino, requieren el fortalecimiento de sus dos componentes, ánima y ánimus deben ser equitativamente cultivados para dar a luz un alma viva y completa.

Sólo desarrollando nuestro potencial comunicacional y relacional podremos llegar a contactar verdaderamente con el otro y desarrollar así los vínculos necesarios para acrecentar, disfrutar y celebrar nuestra participación en EQUIPOS QUE TIENEN ALMA.


BIBLIOGRAFIA

Bridges, William. The Carácter of Organizations. Using Jungian Type in Organizacional Development. David-Black Publishing. California.

Mora, José Ferrater, Diccionario de filosofía Alianza Editorial, Madrid 1979 tomo primero páginas 101-109

Moore, Thomas. Las Relaciones del Alma. Urano Bolsillo.

Ulloa, Luis Felipe. 2001. Vers.. 09/12/13. --A Construir organizaciones con alma: El Espíritu de las organizaciones. Capítulo de “A Construir la foto de la organización”.--  Versión primaria en CAMPO GRUPAL (Biblioteca Grupal).


0 comentarios:

Publicar un comentario