Todos los días estoy felizmente sorprendido con el movimiento global hacia una nueva economía en la cual los viejos paradigmas ya no tendrán más cabida. Como consecuencia de ello emerge una nueva forma de ver los negocios, el trabajo, el dinero, las relaciones, los talentos, el liderazgo, el capital.
El
propósito esencial de las empresas ha sido generar recursos. Eso está bien, se
necesita, es parte del hacer empresarial. Ahora bien, la forma como ello se ha
realizado, es lo que hoy está en juego. Muchos se han enriquecido pasando por
encima de otros, ya sea proveedores, empleados u otros actores. La generación
de riqueza, mejor llamada hoy, abundancia, no ha sido para que exista el
desarrollo de todos sino más bien el de unos pocos. El lucro por el lucro ha
sido quizás el gran protagonista.
El
concepto social no ha pasado de ser una gestión “caritativa” o asistencialista,
claro está, con el beneficio tributario de por medio, o en el peor de los
casos, muy conocidos, de empresas que recaudan dinero de sus clientes para
darlo a nombre propio a entidades específicas.
Y no se les da nada….
El
centro de la vieja economía, que nos durará el tiempo que tardemos en asumir el
nuevo modelo, ha estado centrado entonces en el tener, producto de una
orientación o preferencia hacia la materia y lo material. Así, el ser humano
desde esta perspectiva sigue siendo visto como un recurso, una capacidad
productiva, un hacedor de tareas sobre lo físico, alguien que “vende” su tiempo
y lo que debe hacer en él. Alguien que debe ajustarse a los caprichos, perdón
patrones, de comportamiento deseados según la cultura de la organización y
alienarse, digo alinearse, con las políticas, normas y procedimientos que
impone el estamento, así éste, esté equivocado.
Por
otro lado, el concepto de felicidad de las empresas ha estado ligado al estado
de resultados y a los indicadores como
factor básico. Todo medido bajo estado
de pérdidas o ganancias. Lógico desde la perspectiva de sostenibilidad, que un
negocio de los resultados que garanticen su existencia. Pero lo que ocurre es
que la infelicidad aparece cuando no se obtiene lo que se quería. Es decir, cuando no se obtuvo la meta
deseada, aunque en muchos casos si haya utilidades y beneficios, sólo que no
las que esperaban. En otras palabras lo único que realmente importa es lograr
la meta propuesta. Cuando no se logra el mensaje que se comunica es: Vamos mal,
estamos mal. Y el año siguiente la excusa perfecta para generar presión es, hay
que recuperarse del año pasado.
En
la nueva economía, de la cual ya hay fabulosos signos y además buenos ejemplos,
la persona es el centro de las empresa, su bienestar el objetivo y todo lo
demás será consecuencia del asegurarse que los resultados vengan como consecuencia
de haberse organizado bien para crear ambientes colaborativos, entornos que
respeten y valoren la esencia creativa y divina de cada ser y promuevan el
desarrollo de todos como la meta colectiva más deseada. La remuneración ya no
será un asunto de jerarquías de status y poder sino un asunto de
contribuciones. ¿Cuáles son tus dones y talentos que aportas a la organización?
¿Qué es aquello que te hace particularmente valioso y diferenciador por lo que
creas, transformas, aportas y generas desarrollo? ¿Cómo contribuyes al
bienestar colectivo?
Si
el enfoque de una empresa es este, obviamente se necesitan hacer muchos cambios no sólo de enfoque sino también de
estructura, de cultura, de estilo de liderazgo, de sistemas de contratación y
remuneración, en fin, una verdadera cirugía de rediseño que les permita estar
preparadas para enfrentar el nuevo modelo económico que está creciendo y en
camino de expansión a pasos agigantados.
Y
aunque para algunos suene a simple romanticismo, ya hay señales claras e
inequívocas del cambio de paradigmas, como el hecho mismo que este tema, está
siendo tratado en importantes foros a nivel mundial como es el caso del I Congreso de Economía
Consciente, realizado en Madrid el mes
de noviembre de 2.013
Ahora
bien ¿qué pasará si las empresas no se transforman? Probablemente no tengan
opción cuando el modelo sea el reinante en el mundo y las que no lo hagan
morirán. Yo pienso que los grandes conglomerados, las grandes corporaciones,
aunque parezcan gigantes invencibles, son más frágiles y vulnerables pues la
forma como se apalancan en el viejo paradigma es total y radical en muchos
casos. No conciben el mundo fuera de sus esquemas de pensamiento y caerán como
caen los gigantes, vencidos por los pequeños, por esa pacífica revolución de
pensamiento que está llevando a la humanidad a retomar el camino perdido. La
vieja sentencia Darwiniana sonará de nuevo fuerte y se hará evidente en cientos
de experiencias alrededor del mundo: Organismo que no se adapte al cambio…
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